sábado, 27 de febrero de 2016

UN ESCRITOR NO SE RETIRA HASTA QUE NO PUEDE SOSTENER EL BOLÍGRAFO

Encuentro en San Francisco con el poeta y editor de la generación 'beat', de 96 años



Ante la imposibilidad de resumir justamente en un par de líneas los 96 años de la intensa vida de Lawrence Ferlinghetti, lo mejor será recurrir a Bob Dylan, que lo definió así en su añorado programa de radio: “Poeta de sobrada fama e hijo predilecto de San Francisco, fundó la librería y editorial City Lights. Su decisión de publicar Aullido, de Allen Ginsberg, le valió en 1956 un juicio por obscenidad pública. Fue un hombre valiente y un poeta valiente”. 

 Con los achaques propios de esa leyenda, Ferlinghetti (Nueva York, 1919) baja a abrir la puerta de una calle en cuesta desde el segundo piso en el que vive solo con la “supervisión” de su hijo Lorenzo. Es un hombre alto todavía. El apartamento, en el que vive desde la muerte de su mujer en 1976, está en una casa georgiana cualquiera de North Beach, barrio italiano donde, como popular poeta, editor y librero independiente y adalid de la libertad de expresión, contribuyó al nacimiento de la generación beat de Kerouac, Ginsberg, Corso, Snyder y el resto, aquel movimiento literario que sacudió los cimientos de las sociedades occidentales en los cincuenta y fijó el big bang de la contracultura. 

 Una vez arriba, se disculpa por no tener las habitaciones llenas de libros. Si necesita uno, anda “10 manzanas” hasta City Lights ­—hoy epicentro de esa ruta beatnik que es una de las grandes atracciones turísticas de la ciudad— y lo pide. Un póster de Maiakovski señala el camino hacia la cocina donde se celebrará la entrevista con la única interrupción del sonido distante de las gaviotas del puerto.


Los estores permenecerán entornados; un glaucoma nubla desde hace algún tiempo su vista de pintor abstracto y primer poeta laureado de San Francisco, ciudad a la que llegó en 1953 para quedarse. Paradójicamente, el hombre que contribuyó a concebir la poesía como espacio público ya no se maneja bien en los eventos multitudinarios. Sobre la mesa aguarda un ejemplar de Writing Across the Landscape: Travel Journals 1960-2013, sus diarios de viaje recién editados. Lo abre por la parte correspondiente a sus correrías españolas: “Fui a Nerja a aprender español en 1962. Era un pueblo de pescadores de calles sucias y sin hoteles. Los poetas tenían miedo de hablar abiertamente”.

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